jueves, 14 de marzo de 2019

El discurso del silencio de ROMA de Alfonso Cuarón

Tras una prolífica carrera en Hollywood, Alfonso Cuarón regresó a su natal México para dirigir su siguiente película luego de haber ganado el oscar como mejor director.  Con un gran recorrido por los festivales más importantes del mundo y arrasando con varios de los premios a los que fue nominada, incluyendo el Oscar, Roma es la primera película producida por Netflix que llega a resonar ante la crítica con tal impacto.

Roma cuenta la historia de una criada, sirvienta, de una casa de familia clase media durante la década de los 70. Cleo, como la llaman todos en la casa, se desvive a diario por satisfacer los deseos de los hijos de sus patrones y por cumplir  con todas las tareas que la casa de familia conlleva, llegando al punto de olvidarse de que ella en sí misma es una persona.

Cuarón exhibe un ritmo lento, casi que contemplativo y lo evidencia desde el primer plano; durante tres minutos podemos apreciar como se limpia un piso lleno de caca de perro. Con este inicio, el director deja en claro que hizo la película como a él le parece, como le gusta, explorando y enfatizando en el ritmo contemplativo de la historia, un estilo narrativo que se evidencia en el cine  latinoamericano de los últimos años.

El director no se preocupa en ningún instante por el espectador, se preocupa porque cada imagen puesta en pantalla sea digna de contemplación, sin ser excesivamente  pretencioso retrata la vida cotidiana de la casa de familia a la que se inmiscuye con su cámara, muy similar a lo que hace Nicolás Perede en sus obras.

Cada uno de los personajes  que recorre la casa, atraviesan de alguna manera la vida de Cleo, con tal impacto que se convierten en un exponente del poco cuidado que tiene este personaje por sí mismo, al punto que uno como espectador termina por olvidar también al personaje dentro de la cinta y la atención se dispersa hacia los personajes secundarios, quienes resultan ser incluso más atractivos que la propia protagonista.

En ciertos momentos vi el méxico sórdido y clasista que se había retratado en Los Olvidados hace mucho tiempo, tan claro el símil que parece que la “sociedad avanza”, pero al final de cuentas son las mismas personas viviendo las mismas cosas pero con ropa y aparatos distintos; elemento que se podría destacar como una vaga intención del director por realizar un tipo de crítica social, aunque no muy profunda pues la película es una historia de un personaje, no de lo que sucede en su entorno. Pero es a través de este personaje, Cleo, que cuarón refleja lo que somos en muchos casos los latinoamericanos, un juego entre blancos y negros, siempre alabando al hombre blanco en medio del mestizaje que representa la cultura latina.

Es entonces cuando el uso del blanco y negro toma sentido, no es porque sea una película sobre una época pasada, ni para reforzar la nostalgia sobre una sociedad descolorida, sino para evidenciar algo que está grabado en el consciente colectivo, el blanco es mejor, el negro es malo, y el mestizo le rinde pleitesía al blanco, cosa que le pasa a la protagonista a tal punto de quedar completamente vacía como ser/individuo e incluso la lleva a despreciar a su propia hija, actitud contraria que tiene con los hijos de su patrona pues por ellos sería capaz de dar la vida. Tal vez algunos pensarán que es por el mal padre que le ha dado el destino a la hija de la indígena, pero no es así, simplemente ella ya no es consciente de ser una persona, su trabajo lo es todo.

Con el uso de las acciones repetitivas Cuarón refuerza ese sentimiento de desolación, de desconocimiento propio, de abandono e incluso de la pérdida de la concepción de un mundo exterior.

Roma se ha logrado convertir en la película de la que todo el mundo habla, tiene un tratamiento brillante con un guión introspectivo sin mayores giros en su trama, pero a la vez tan llena de falsas pistas que desvían la atención y nunca terminan por resolverse, contrastes disonantes  entre las situaciones y las reacciones de los personajes, situaciones inverosímiles que caen lo ridículo junto a una muerte traumática que finalmente no le importa al espectador porque sobre todo no le importa al personaje.

Parece que al final de la película el montajista cambiara el ritmo inicial de la película, sin dejar de ser contemplativa, las secuencias finales logran tener un dinamismo acogedor, allí el director le da la oportunidad a quien ve la película de digerir el ladrillo que se acaba de comer.  

Con la reflexión de lo que se ha visto se puede llegar a la conclusión, pensar en el por qué de su éxito y cuando se analiza más allá de la superficie y se analiza como un todo, llego a conluir que Roma es una representación gráfica de la violencia, pero no la violencia a la que nos tiene acostumbrados Hollywood sino una violencia común en los hogares latinoamericanos de todos las clases sociales, el silencio de la mujer.

Si uno analiza a los personajes masculinos todos tienen una linea del pensamiento que los lleva a un activismo físico, a tomar la acción en sus manos, pero la mujer, tal como se puede ver en la cotidianeidad de una casa, está obligada a guardar silencio, y es ahí donde toma forma este sórdido ritmo que consume y cansa.

La mujer a diario se calla y se guarda todo lo que le afecta en su entorno y los demás, esposos, hijos y familiares, la afectan al punto de no sentirse como persona; por eso se entiende el cambio del ritmo del final, cuando la mujer por fin puede hablar de lo que siente su entorno cambia, de esa sordidez y pesadez a una contemplación ligera, todo porque ha dejado atrás la violencia hacia sí misma que representaba el silencio en su diario vivir.

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